El ecologista Eduardo Rossi, impulsor del
proyecto que los concejales votaron para prohibir el uso del glifosato en
Rosario, recopiló todas las investigaciones científicas de las últimas décadas
en la que se demuestra la peligrosidad de este pesticida para la salud y el
medio ambiente.
Eduardo Rossi (43 años) es miembro del
consejo asesor de la comisión de Ecología del Concejo e impulsor de la
ordenanza sobre la prohibición del glifosato en la ciudad. Durante varios años
presentó sin éxito proyectos para limitar el uso de este herbicida. El
mes pasado, el edil Osvaldo Miatello le dio curso a una de sus propuestas. La
carpeta llegó al recinto y fue votada por unanimidad.
La flamante ordenanza, no obstante, se transformó con el
correr de las horas en una piedra en el zapato para la política local. El
lobby sojero apareció en escena y las convicciones dieron paso a las dudas.
Quince ediles pidieron reabrir la discusión con un nuevo proyecto sobre la
mesa.
Pero la propuesta alternativa no reunió las voluntades
necesarias y la decisión sobre el uso o la prohibición del glifosato quedó
ahora en manos de la intendenta Mónica Fein, quien debe promulgar la ordenanza
o vetarla.
Los argumentos para no avanzar en la restricción de este
agroquímico giran sobre una supuesta falta de pruebas respecto a su toxicidad
para la salud. “No está probado que sea cancerígeno”,
repitieron por estos días los operadores locales del negocio agroexportador.
El proyecto de Rossi, sin embargo, tiene el respaldo de
la ciencia. Confeccionó una“antología toxicológica” del
glifosato para demostrar los constantes avances académicos y científicos que
prueban los peligros del glifosato.
Ya reunió 665 trabajos científicos publicados a lo largo
y ancho del mundo. Algunos de estos estudios los adjuntó al proyecto de
ordenanza que, en un primer momento, avalaron todos los concejales.
La recopilación tiene catorce publicaciones de Argentina,
confeccionadas en los últimos años por siete universidades públicas del país. “Por
suerte hoy hay mil investigadores de todo el mundo que están trabajando de
forma independiente sobre el impacto del glifosato con diferentes muestras: el
agua, el aire, los anfibio, los peces, el cuerpo humano, etc.”, contó
Rossi.
Estas investigaciones son un estorbo para las empresas
que comercializa el glifosato (Monsanto la más conocida), ya que refutan con
datos rigurosos los informes que ellos mismos elaboran sobre la ausencia de
riesgos para la salud humana.
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“Las corporaciones tienen sus propios centros
de investigaciones que arman estudios que en su mayoría no pueden publicar por
sus falacias. Se escudan en estas investigaciones propias para decir que la
ciencia no pudo comprobar nada aún. Lo preocupante es que las agencias
internacionales que regulan el producto deciden a partir de estos informes”,
planteó el militante ecologista.
Los primeros trabajos –contó Rossi– datan de las décadas del 60 y 70, cuando algunos médicos empezaron a alertar sobre el uso de un pesticida que recién empezaba a comercializarse. En 1985 se clasifica por primera vez al glifosato como probable cancerígeno. A partir de allí, se multiplicaron las investigaciones.
Los primeros trabajos –contó Rossi– datan de las décadas del 60 y 70, cuando algunos médicos empezaron a alertar sobre el uso de un pesticida que recién empezaba a comercializarse. En 1985 se clasifica por primera vez al glifosato como probable cancerígeno. A partir de allí, se multiplicaron las investigaciones.
“En los últimos diez años tuvimos un aluvión
de publicaciones. Se empieza a probar las alteraciones que produce en el ADN y
su relación directa con el cáncer. La toxicidad aparece en el agua, en el aire,
en todas partes”, detalló.
El respaldo más categórico llegó en 2015 cuando la
Organización Mundial de la Salud (OMS) calificó al glifosato de cancerígeno. El
daño, según Rossi, se da hasta con una efímera penetración de este pesticida. “En
Australia, por ejemplo, descubrieron que el agua potable estaba envenenada aún
con dosis muy bajas”.
En Rosario, como en muchas ciudades del país, “el
glifosato se usa en tanta cantidad y tantos lugares que estamos siempre
expuestos a un veneno ya categorizado como probable cancerígeno, que seguro
daña la biodiversidad y a nosotros”
En su recopilación de informes y pruebas, Rossi tiene
fotos de plazas de Rosario con el pasto amarillo producto del glifosato. “Las
evidencias y los informes están sobre la mesa. Ojalá Rosario pueda librarse de
este producto”, concluyó.
Fuente: RosarioPlus
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